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Óscar Aguilar

GtoViaja!

Ya no cualquiera los come, se han vuelto algo raro, a lo mejor ‘cosa de viejitos’. Suena increíble como una pieza compuesta por azúcar glas, y limón pueda ser tan folclórica y artística.

El frío ya anuncia noviembre, el sol medio se asoma pero calienta poco, a diferencia de meses anteriores donde pedíamos un poco de frío debido al calor, ahora pediremos calor.

Noviembre es sinónimo de muertos, de alfeñiques de calaveras, de calabaza, de pan de muerto, de altares.

Justo en el centro de León, ahí donde la fuente de los leones resguarda la zona, un tianguis se instala, no hay ropa, no hay zapatos, no hay películas piratas, no hay ‘ levis’ de 150. Lo que sí es un motón de alfeñiques.

Aquellos dulces de los que ya casi nadie se acuerda y que están ahí como vestigio de una cultura, pocos saben de dónde vienen, ni de que están hechos, a lo mejor son hasta ‘cosas de viejitos’.

Rojos, verdes, con forma de manzana, de mamey, de plátano, de bob esponja, de calaveras con cerveza en mano, cuyo estado esquelético es más que evidente. Un tianguis que ha de estar compuesto por unos 30 puestos, eso sí, son alfeñiques pero no todos venden los mismos.

Pudiese ser que han sido devorados por la época, pero no. Se han adaptado en todos los sentidos y dejaron atrás las formas típicas; se convirtieron en los angry birds, bob esponja.

La ventisca del frío ataca, el aire levanta los olores, no nada más los alfeñiques son de azúcar glas y limón, también hay de chocolate.

Y es que al pasar por los pasillos de esta feria, los colores son maravillosos, las texturas, los detalles, es increíble cómo puede ser tan artístico un pedazo de jugo de limón revuelto con azúcar glas. Toda esta feria de color bajo unas carpas blancas que han sido adornadas por los mismos vendedores.

¿Te acuerdas como saben los alfeñiques?

Después de elegir uno- ya que relativamente todos saben igual-, entra a la boca, el paladar lo aplasta, las muelas juegan con la pasta, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, en instantáneo se desata un sabor agridulce, con la textura de la masa para tortillas pero lentamente se disuelve. Como era de esperarse, se desencadena el sabor
del colorante, del limón, no es precisamente un manjar, pero si un pequeño postre.

En estos tiempos, los alfeñiques han sido suplantados por muchas otras cosas, dicen, ya no son los de antes.

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