Guanajuato, Gto., a 12 de noviembre de 2019.- Convento, cuartel, penitenciaría, escuela, talleres, asentamiento de viviendas, biblioteca, todo eso y más tuvo cabida en el antiguo convento agustino de Fray Juan de Sahagún, cuya restauración dio lugar para convertirse en el Centro de las Artes, el cual representa de alguna manera el espíritu con el cual nació el claustro mayor: ser un espacio para la difusión del conocimiento.

La edificación del claustro mayor agustino inició en 1750 y concluyó hasta 1761.  Los frailes agustinos construyeron este espacio para establecer un centro de estudios de Teología, Filosofía y Artes, que funcionó hasta 1835. Desde el inicio de las actividades académicas los frailes buscaron convertirlo en universidad, la primera de Salamanca, pero esto no sucedió debido a los conflictos entre Conservadores y Liberales, quienes invadieron el espacio para utilizarlo como cuartel militar.  Con el triunfo de los liberales entro en vigor la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma que ordenaban la confiscación de los bienes de la Iglesia.  En abril de 1881 se ordena el despojo definitivo del convento agustino y la exclaustración de sus moradores, así como la confiscación del edificio.

A partir de este suceso al claustro mayor se le asignaron diversos usos, entre ellos fungió como penitenciaria durante la etapa del porfiriato y cuartel militar durante la Revolución Mexicana. En 1921 se instala en este espacio la Escuela de Artes y Oficios, posteriormente es convertido en sede temporal del Sindicato de PEMEX.  Una vez que el Sindicato se retira del edificio, éste es utilizado como albergue de diversas escuelas que no contaban aún con inmueble propio, también fue utilizado como espacio deportivo y se adecuaron las áreas de su patio principal como gimnasio y arena de lucha libre, así también fue escenario para grandes bailes. Otros usos fueron como sede de la Cruz Roja y de Bomberos, años más tarde en el edificio se instala la cárcel municipal. El uso del edifico en diversas actividades derivo en el deterioro del mismo, convirtiéndolo en un espacio condenado al olvido y al derrumbe.

Ante su anunciado siniestro y convertido en ruinas, el claustro mayor recibió la salvación del abandono por parte de ciudadanos salmantinos, quienes, organizados y comprometidos con el rescate de este espacio emblemático, gestionaron recursos para la restauración del edificio durante más de nueve años.

Fue así que, al iniciar el nuevo siglo, el Instituto Estatal de la Cultura y el Centro Nacional de las Artes coordinaron y unieron esfuerzos para poner en funcionamiento el Centro de las Artes de Guanajuato, que fue inaugurado el 17 de noviembre de 2002, como el primero de un conjunto de recintos similares en todo el país que conjuntaran un modelo de formación y perfeccionamiento en todas las disciplinas artísticas.

A 17 años de funcionamiento, el Centro de las Artes de Guanajuato es un espacio en el que convergen las expresiones culturales y artísticas de la región y del país, trascendente por los logros en la educación artística que va siempre orientada al crecimiento integral de los alumnos; importante por la calidad y nivel de presentaciones en el programa de animación cultural; detonante de procesos de investigación y experimentación en las artes.  En especial, sustancial por ser un espacio abierto a toda la ciudadanía y a todas las expresiones del arte.

A la fecha el CEARG tiene presencia de creadores locales, nacionales e internacionales en sus procesos formativos; realiza ininterrumpidamente producciones reconocidas en artes visuales y música para el Festival Internacional Cervantino; realiza investigaciones y ediciones en artes y culturas populares, además de ser el único Centro de las Artes en el país que incluye a creadores populares y urbanos en sus procesos formativos y en su programación; cuenta con el programa de formación musical para niños y jóvenes más sólido y exitoso de México.

Hace 17 años, comenzó un sueño por tener un espacio que le permitiera a los guanajuatenses un crecimiento y desarrollo integral a través de la práctica de las artes. El sueño fue desde el principio contar con un espacio incluyente.  Un espacio en el que lo trascendente son los procesos formativos y de creación artísticas, en donde desaparece la línea que divide de manera estigmática a los creadores populares, creadores del ámbito académico-artístico y ciudadanía.

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