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Los 22 y 23 de septiembre se presentó en el Teatro del Bicentenario la obra teatral La expulsión, la más reciente obra del escritor y dramaturgo José Ramón Enríquez, con dirección escénica de Luis de Tavira, que aborda un hecho determinante que cambió la historia de México: la expulsión de los jesuitas del dominio español, decretada en 1767.

La Expulsión sigue los pasos de los jesuitas mexicanos que fueron aprehendidos, despojados de sus bienes y obligados a partir al exilio tras el decreto firmado por Carlos III.

Gracias al manejo escénico de su controversial temática y contenido histórico, La expulsión, es una obra teatral que ha despertado el interés del público desde su estreno en octubre de 2011, agotando funciones en todos los teatros que se ha presentado: Teatro Jiménez Rueda (Ciudad de México), Centro Cultural Universitario (UNAM) y Teatro Degollado (Guadalajara).

Esta obra de teatro, que lleva a los escenarios el tema de la expulsión de los jesuitas en 1767, da pistas sobre el porqué la monarquía española los expulsó de sus dominios, aunque no aborda todos los antecedentes geopolíticos de esa decisión. Esta pieza teatral más bien narra cómo vivieron ellos ese suceso que cambió la historia de nuestro país, a la vez que es un reconocimiento a esos mexicanos que dejaron un gran legado en nuestro país.

Para el director de la obra, Luis de Tavira, “Este poema dramático refiere un hecho histórico la más de las veces ignorado, cuando no oscurecido por la leyenda o el furor de las disputas ideológicas y que sin embargo aparece asombroso y determinante en el proceso de construcción de la identidad de México como nación”.

Para sus presentaciones en el Teatro del Bicentenario, participan más de 20 actores de primer nivel en escena: José Caballero, Miguel Flores, Pedro de Tavira Egurrola, Antonio Rojas, Miguel Cooper, Marina de Tavira, entre otros. La expulsión ha convocado la participación de historiadores, creadores, artistas y promotores culturales, para representar este acontecimiento clave de nuestra historia.

La escenografía de La expulsión es de Jesús Hernández, la iluminación de Philippe Amand, el vestuario de Estela Fagoaga, la dirección musical y los arreglos son de Alberto Rosas, la coreografía de Marco Antonio Silva y el maquillaje de Amanda Schmelz.

En cuanto al diseño escenográfico, Jesús Hernández propone un solo elemento que va modificando su proporción para generar la diversidad del espacio; una especie de gabinete inmenso en el que todo está oculto y del que van apareciendo módulos y un plafón, que van recreando los espacios mediante una especie de juegos geométricos, donde la iluminación juega un papel muy importante.

El diseño del vestuario de los 68 personajes que aparecen en La expulsión, realizado por Estela Fagoaga, basa su estética –según explica-, en sellos o fragmentos de condecoraciones, adornos y símbolos de dimensiones exageradas, elaborados mediante manchas de pintura, con la idea de llevar a escena una plástica distinta, sí con referencias a los elementos fundamentales de la época, pero fuera del realismo para poder establecer un buen juego visual con la escenografía.

Por su parte, la musicalización, los arreglos orquestales y corales, así como la dirección musical de coros, la organización del ensamble coral y la composición original, son de Alberto Rosas, para quien uno de los aspectos lo más interesantes de este proyecto teatral fue, además de la búsqueda de la música para presentar de manera más contemporánea el tema de La Expulsión, el poder contar con un ensamble coral en vivo en todas las funciones, por la riqueza y la maravillosa posibilidad que estos elementos imprimen al espectáculo tanto escénica como dramáticamente.

Esta representación teatral de pluralidad artística en la que están presentes el canto, la poesía, la danza y la música original de jesuitas notables como el compositor italiano Doménico Zipoli, o el mexicano Enrique María del Valle, toma como hilo conductor la peripecia de un personaje admirable: José Ignacio Amaya, quien experimentó en carne propia la expulsión, la terrible travesía a pie hacia el Puerto de Veracruz, y más tarde el exilio en Bolonia, Italia.

Lo que me entusiasma de esta obra, agrega Luis de Tavira, “es cómo se representa el profundo conflicto de conciencia de estos jesuitas, primero expulsados y luego suprimidos por el propio Papa a quien prometieron obediencia”.

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