Juguetes tradicionales

Celaya, Gto.

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A Celaya se le reconoció mucho tiempo como un lugar estratégico para la fabricación, venta y distribución del juguete, entre los que se puede mencionar los hechos a base de pasta de cartón sobre moldes de barro, decorados con anilinas  para dar color a máscaras, muñecas, caballos, sonajas, entre otros.

En dicha ciudad, un 8 de junio de 1925 nació Maximino Rivera Pérez, quien con su hermano Jesús Rivera (Q. e. p. d.),  inició elaborando unos silbatos: “que llevaban un garbanzo adentro con una ruedita, y al silbarle verdad, con el tubito que le decíamos cañuela, silbaba bonito y se movía al tamborcito”.

Después de meditar por un momento comenta: “No tuve escuela, no me metieron en la escuela por temor a que eran comunistas, estudié con una señorita por la calle de Madero, inicié con un silabario y ahí estuve un año, me gustaba estudiar; la señorita cobraba diez centavos cada ocho, pero por falta de esos diez centavos no fui, después fui pero ya no me recibieron, estaba lleno y hasta ahí me quede”. A los cinco años se fue a trabajar al campo sembrando trigo o en la cebolla, para llevar algo a la casa,posteriormente a los doce se ocupó en una carnicería haciendo mandados, además de reunir leña para vender.

En ese entorno, don Maximino empezó a ver el modo de vivir de la gente, que andaban con calzón de manta hasta abajo, aspecto que le llevó a pensar sobre su futuro y lo que él quería hacer cuando cumpliera dieciocho, “al no tener nadie que me asistiera, conté esos años pensando en que si dios me daba licencia casarme  a los dieciocho, diecinueve o veinte años, y si dios me daba familia, así pensé cómo los iba a traer también, cómo iba a estar yo con mis montoncitos de leña afuera de los molinos, que era donde se vendía, con mucho frio, sin medios de salir más adelante, esto (del juguete) no me gustaba  pero voy a hacer las cornetas, en bien de algo, en bien de ellos”. Por eso buscó a su padre para “enseñarse a hacer algo, a hacer el juguete” e inició con la fabricación de silbatos y sonajas; posteriormente se casó y su propia esposa le ayudaba a elaborar las piezas.

En un principio trabajó desde lo más simple, cosas pequeñas de artesanías, hasta llevar a cabo sus propias creaciones, producto de su imaginación a través de la cual, pretendió dar otra cosa “diferente”, dando como resultado: camiones de flecha amarilla, cocinas integrales, camionetas de refrescos, con propaganda, trailers, gabinetes, refrigeradores, estufas, entre otros. Dichos juguetes los llevaban a vender en las principales plazas como León, la Piedad, o en celebraciones como la de  “todos los santos”, “6 de reyes”,  “corpus”,  en Celaya le vendía a un señor y él se encargaba de llevarlos a muchas partes del país, pero regularmente en las fiestas de la ciudad se les pedía más juguetes del mes de septiembre en adelante.

En cuanto al punto de vista de Don Maximino sobre el juguete, considera: “respecto a esto de la artesanía, el juguete, son muchas manos las que tienen que trabajar, no es costeable, hacer una pieza pues lleva muchas piezas y necesita ayuda de la familia”, pues él hacia un molde con la idea del diseño, para llevárselo a un “matricero”[1]quien se encargaba de cortar las piezas, el cual, tenía que contar su tiempo y disposición para trabajarlas en un tallercito improvisado, y ahí no acababa el proceso, enseguida Maximino las ajustaba con cincel y martillo para dejarlas a la medida, a partir de la placa que le había hecho de acero.

Respecto al material, don Maximino asistía a la fábrica llamada “La Fortaleza” en donde hacían el bote para los chiles en vinagre, ahí cortaban las tiras y las hojas que ya no se ocupaba él las compraba, o bien diferentes desperdicios de tiritas, con diferentes anchuras para no dejar tanto pedazo, algunas daban a las medidas para hacer sonajas u otro tipo de juguete. Con el tiempo, fue advirtiendo como estas fábricas poco a poco fueron ya no tuvieron tanto desperdicio, pedían la lámina a ciertas medidas y sobraba muy poca.

Para don Maximino “lo que vino a descomponer al juguete fue lo de importación, era lo que se hacía y era lo que se vendía, en aquella época, las mejores ventas eran las fiestas de algún santo en un pueblo o ciudad, ahí se iba uno a vender, yo salía unas cuatro veces al año, todo lo trabaja y lo entregaba”. Se considera el único en Celaya de su momento, que llegó a realizar este tipo de juguete y su diversidad, pues los demás se dedicaban a una sola cosa, ya fuera la pura corneta grande o chiquita, mariposita, globito de mano o de rodar. En esto del juguete se involucraron sus propios hijos, quienes le ayudaban de alguna manera en el taller, ya fuera saliendo de la escuela primaria o en vacaciones aprendieron a meter rueditas, acomodando algo, hasta llegar a manejar las máquinas en una labor de todo el día.

A partir de que el mercado fue invadido por la mercancía “china”, el oficio de don Maximino se vino abajo, el juguete de lámina dejó de ser atractivo y perdió demanda, pues según su testimonio no podía competir ante tal producto, en lugar de ganar mejor perdió.

Es en la gran variedad de diseños donde se distingue su peculiar estilo y forma de trabajar la lámina para el juguete, para poder realizar la pintura de cada juguete, él fabricaba sus propias brochitas a base de su propio cabello quedaban más suaves, para pintar a mano cada parte que se dejaba secar según la pieza una por una. Maximino con cierto orgullo, recordó que su esposa le ayudaba a pintar y dejaba bien parejito, así como en un principio para soldar alguna pieza, tenía que  valerse de un brasero con un carbón donde colocaban un cautín a calentar, aparte brea, ácido, y luego la soldadura para pegar parte por parte.

Posteriormente, se hizo de una “punteadora” para unir las pequeñas piezas de los juguetes, en un trabajo que no tenía horario, casi siempre era de siete de la mañana a diez de la noche para su elaboración, a veces no le alcanzaba el tiempo por lo laborioso como lo llama él, “era otra época donde estaba uno acostumbrado a trabajar, pensando el algo nuevo y tener la idea de su herramienta”.

También, con la ayuda de su esposa sin que él nuca se lo pidiera, empezó a ver que si bien diario realizaba cierta cantidad de mesas, sonajas o cornetas, puedo hacer un poco más para rendir, y así poco a poco fue sacando el trabajo, siempre pensando en el porvenir de su familia, sus propios hijos; involucrándose para siempre con ese tipo de juguete, en donde llegó a plasmar sus propios diseños, simulando algún camión repartidor de refrescos con toda y su propaganda, igualando sus colores en cuanto a los tonos originales, elaborándola con el material del pedal de bicicleta, fabricaba un sello para copiar las letras a la medida, dando por resultado un juguete que pedían y se vendía mucho.

A pesar de ser una actividad que un principio no era del agrado de don Maximino, hoy en día advierte su vida totalmente ligada a la fabricación del juguete de lámina, reconoce con tristeza el momento en el que dejó de hacerlo tras haberle dedicado tanto tiempo, pues por medio del juguete logró cierto bienestar y sobre todo, el hecho de poder sacar a sus trece hijos adelante, para tener donde vivir y no tener que andar pagando renta, como pensó algún día cuando tenía trece años.

A sus 86 años, considera que hacer juguete es hacer algo con cariño y satisfacción, misma que le llevó  a enseñar  a quien se interesara en formar parte de dicho oficio, pues a lo largo de su vida conoció gente que también se dedicaban al juguete desde su particular forma de trabajar, “de todos ellos creo ya nada más quedo yo” comentó con cierto asombro, al considerar que de cierta manera llegó a crear modelos distintos a lo tradicional para su momento, reconociendo ante todo el ingenio de artesanos como el propio Gumersindo España,[2] conocido como “Sshinda” quien es originario de Santa Cruz de Juventino Rosas, con quien en alguna ocasión buscó trabajar en conjunto algunas piezas.

A pesar de ser un juguete vistoso, con colores fuertes, un acabado muy trabajado, detalles en sus puertas, ruedas, cajas, redilas, ventanas en los autobuses, los propios camiones o trenes, para don Maximino“no tiene futuro, se modernizó  tanto todo que cabo con tal, ya no es sostén para nadie”,  ve que a manera de contraste, los juguetes actuales (especialmente los “chinos”) son desechables sin creatividad para los niños, sin embargo, los de lámina eran pensados para que duraran más tiempo y permitieran idear al niño la forma de jugar.


[1]Matricero se le llama a aquella que construye elementos mecánicos, ajustes de precisión, moldes y matrices utilizando tanto herramientas manuales como máquinas. También debe verificar las piezas, los procesos de fabricación y la calidad del producto.

[2]Don Gumersindo, se considera especialista en el juguete en movimiento, por algún tiempo se desempeñó  como cronista, se considera alguien que mantiene la tradición de aquellos fundadores-artesanos de la “Tierra que Canta”, Santa Cruz de los frailes del monte hoy Juventino Rosas -su ciudad natal-,  también ha sido homenajeado en algunas ocasiones por sus creaciones, para quien el juguete es su labor desde hace aproximadamente 60 años. Entre sus creaciones se encuentran: caballitos de péndulo, boxeadores, rifles, trocas, roperos y tocadores de madera; en Febrero para el día de la Candelaria elabora carretas, espadas, rifles, prensas, trasteros; en Marzo-Abril durante la Semana Santa promueve caballos, ruedas de la fortuna, cirqueros, domadores, etcétera; en Mayo las diferentes reliquias para venerar las ofrendas en las distintas casas, en Junio para el Corpus son las  máscaras, chacos, caballos de cartón, machetes; para los meses de Agosto-Septiembre empieza con las cajas de muerte. Entrevista realizada a Gumersindo España Olivares “Shinda” el 6 de Enero del 2011 en Juventino Rosas Gto. Por José de Jesús Romero Salazar.

 

 

 

 

 

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